El Estado actualmente se erige como la forma dominante de organización del poder político en el planeta, de modo que casi todas las personas son ciudadanos de uno de ellos. Con la globalización como fondo, y a partir de las ideas neoliberales, se buscó la reducción del Estado «al mínimo» con el fin de que las demandas de la sociedad fuesen atendidas en el mercado por agentes nacionales o internacionales, con base en la creencia de que el mercado es un instrumento más eficiente que el Estado para la distribución de valores escasos. Sin embargo, problemáticas como la concentración de la riqueza, la inseguridad, el combate a actividades ilícitas, e incluso el fomento a la investigación científica y el desarrollo del conocimiento, por mencionar algunas, son demandas que deben ser atendidas y que el mercado por sí solo no puede resolver. La obra se inserta en este panorama, planteándose como objetivo general analizar el papel que deben tener la ética y el diálogo como instrumentos que permiten propiciar la constitución de un espacio de gobierno público y republicano, que sea capaz de combatir la corrupción y de crear condiciones de gobernanza.