Llegará también para mí el día en que las escamas de oro de las cosas, caerán como las fajas de lino que envuelven las momias pulverizadas; vendrá el día en que el sol me parecerá solamente una luz más en el cielo sofocante, y el retorno de la primavera será sólo una página nueva del almanaque, y las flores destilarán en vano de la sucia tierra los más dulces calores para alcanzar el cielo; los risueñores de las cálidas noches no serán más que uno de los tantos rumores nocturnos -y cuando el sol descienda hasta el río, no subiré más por las escaleras de las colinas, a saludarlo con los ojos y con el silencio. Mujeres rubias, tiernas, ojerosas, bien formadas, pasarán a mi lado y mi carne no se sentirá sacudida por el deseo; no están hechas para mí, no pienso en hacerme amar más. Y toda mi vida será disuelta como en una languidez de indiferencia, en una niebla de memorias grises y casi iguales, sin el relámpago de un deseo y sin el rayo de una acción. Así será de mí -como de todos.