Al iniciar la segunda mitad del siglo xx los jóvenes salieron a las calles y con su acción provocaron cambios radicales en la vida social; entre ellos había escritores, quienes volcaron en la literatura su deseo de transformar. Humberto Guzmán escribió en la Ciudad de México, entre 1966 y 1968, El sótano blanco, una novela que transgrede, pero no sólo por utilizar un lenguaje coloquial, sino por ser «una historia que se niega a sí misma mientras se construye», como lo afirma Bernardo Ruiz. El lector tiene aquí una pieza literaria en la que la forma es un exacto referente del fondo. Y este fondo es el auténtico ambiente nihilista o libertario de finales de los sesenta.