Hermano mayor

La duda. Un tío te agarra por los hombros y te zarandea como a una máquina expendedora de bebidas. Ese tío eres tú. La primera duda es la duda sobre uno mismo, el miedo a equivocarse, del que uno no puede ofrecer la prueba ni determinar la causa. La duda es una serie de preguntas sin respuestas que se alimentan a sí mismas y te carcomen hasta el hueso. La duda es una prueba definitiva. Cuando tienes que reaccionar, te golpea en la confianza, las verdades, las costumbres y los gestos del día a día. Avanzas con el espíritu trémulo, alterado, porque la duda devora tu libertad de pensar y de moverte. La duda es un suelo inestable, peligroso, resbaladizo y mortal.

¿Qué es crecer? ¿Elegir y asumir las consecuencias? ¿Qué es envejecer? Entender que solo han sido elecciones.

Mis ganas de dialogar se habían disipado como mi libido ante un travesti.

Yo, si fuera rico, me iría a los barrios buenos, donde hay avenidas bonitas, edificios bonitos, mujeres bonitas y carros bonitos. Pero ellos huyen de allí, fantasean con tener vida de vagabundo, cara de vagabundo, aliento de vagabundo, pinta de vagabundo, barrio de vagabundo y noches de vagabundo. Es curioso, el lujo ya solo existe en sueños, ya nadie sabe quién es quién ni quién es qué.

acababa ocupando de ellos, orientándolos. Todos hablaban de Raqqa, de Al-Baghdadi, de Bashar, de morir como mártires y de convertirse en un pájaro verde que vuela en torno al trono de Alá.

Younes estaba tan convertido que era como si fuera de los nuestros, de nuestros clan, ni negro ni árabe, sino de la clase de los sin tierra. Trabajo de esclavo, antirracista y anti-Marine, todo igual que nosotros; unas Nike en los pies, corte de pelo en degradado e incluso el islam.

Eso vuelve a los gordos susceptibles y se buscan algo para defenderse. En un mundo en el que no los juzgaran, estoy convencido de que no liarían a la gente con sus historias. ¿Y si todos nuestros problemas fueran solo una cuestión de grasa y michelines?

El islam no tiene nada contra Occidente.

En mis noches de tormenta, cuando el corazón me falla y estoy mal y se rompe el mundo, aquel grito resuena en bucle dentro de mi cabeza, como un disco rayado que el diablo hubiera atornillado a una pletina. Entonces me quedo sentado en la penumbra, aguardando mi luz.

Libertad para los prepucios». ¡Ja, ja, ja! El mío sigue ahí. A mis viejos les daba lo mismo y mi hermano y yo conservamos nuestros pitos de babtus. Así que si estoy follando con una magrebí intento que no lo vea o le doy alguna explicación médica; si no, me rallan y pon