—No deberías odiarte. —Lo digo, porque sé que no solo se odia por dejar que la escuela se quemara. También se odia por otra serie de razones. Pero no debería odiarse. Me hace confiar en que hay buenas personas en este mundo. No sé cómo pasó, pero lo que sí sé es que ese sentimiento ha estado allí desde el principio. Cuando conocí a Michael Holden, supe muy, muy en el fondo que era la mejor persona que pudieras desear ser, tan perfecto que era irreal. Y eso me hizo odiarlo. Pero en lugar de irme enterando de más y más cosas buenas acerca de él, me topé con falla, tras falla, tras falla. ¿Y saben qué? Eso es lo que hace que me agrade ahora. Esa es la razón por la que es una persona perfecta: porque es una persona real.
Le digo todo esto.
—En fin —concluyo, sin saber realmente cómo terminar, pero sabiendo que debo hacerlo—. Nunca te voy a odiar. Tal vez te pueda ayudar a entender por qué nunca te voy a odiar.