Las naves minoicas partían de los puertos de Creta—Amnisos, Palaikastro, Kommos, Zakro, Mochlos—y viajaban con frecuencia a Akrotiri, Mileto, Kea, Milos, Troya y Samotracia, lugares todos estos donde han aparecido testimonios de su escritura lineal A.92 Sus naves, cargadas de cerámica y de manufacturas finas, llegaban también a los puertos del Peloponeso y Citera, a la Grecia Central, al Epiro y a las islas del Jónico, al Egeo Norte, al Dodecaneso, a las costas de Anatolia y a todos los rincones del Mediterráneo: Chipre, Oriente Medio, Libia, Egipto, Italia, Sicilia, Cerdeña, Malta, Iberia… Y, en los viajes de vuelta, de Milos, traían obsidiana; de Sérifos y Kithnos, cobre; plata y cobre, del Ática; cobre, también, de Chipre; marfil, de Levante; y, de Egipto, volvían con oro, vasos de piedra, escarabajos, monos… Con Egipto tenían una relación especial, pues sus naves sirvieron sin duda al comercio exterior de los faraones.