sé si deba aceptar esto de usted, porque habrá de saber, compadre, que yo he sido feliz a mi modo. Cierto que he sufrido de hambre toda mi vida, que siempre me he sentido cansado y que he tenido que luchar constantemente para mantener a mis hijos. Pero eso ocurre a todas las gentes de mi clase. Aceptamos esta vida, porque fue la que nos dieron, y nos sentimos felices a nuestra manera, porque siempre estamos procurando hacer algo bueno de una cosa malísima y en la que aparentemente no cabe esperanza alguna. El pavo que acabamos de comer era la ambición más grande de mi vida. Nunca mis deseos fueron más allá de un pavo asado con todos sus aderezos para comerlo yo solo, en paz, sin tener alrededor los ojos hambrientos de mis muchachos contando hasta el último bocado que me echara al estómago.