En un divorcio, todos sufren.
Es un proceso difícil, a veces extenuante.
El corazón llora.
Destruir un hogar no es cosa de juego.
No siempre la responsabilidad recae en ambos.
A veces uno solo de los cónyuges lo decide, por más que el otro intente evitarlo.
Es un trance duro y doloroso.
Todo aquél que se divorcia espera tener un futuro mejor y más gratificante; idealmente al lado de una nueva pareja.
El arte consiste en emerger fortalecido de esta ruptura.
Se debe librar la tempestad.
Se puede volver a amar de nuevo, incluso con mayor intensidad.
La vida siempre brinda una segunda oportunidad.
Ya con más experiencia, se debe aprovechar, y lo más importante, D-os nunca nos abandona.
Se trata, en una palabra, de VIVIR, y no sólo de sobrevivir.
Se puede y debe VOLVER A SER FELIZ.