—Todo el mundo tiene que sentirse superior a otros —dijo—, pero, antes de demostrárselo a quien sea, es costumbre ofrecer alguna prueba.
—No estoy comparándome contigo. Ni con Berman. Por lo tanto, puedo sentirme superior. No buscamos lo mismo.
—¿No quieres ganar dinero?
—Mis planes no llegan tan lejos.
—A eso justamente suenan tus historias. Como si estuvieras escribiéndolas sin saber el final. Pues mira, te diré una cosa: mejor sería que ganases dinero. Tienes una imaginación bastante cara. No encontrarás a mucha gente que pueda comprarte pajareras.
—Lo siento.
—Lo sentirás de verdad como me pegues. Hace un minuto estabas a punto de hacerlo: te lo he notado en la mano; y ahora también tienes ganas.
Y lo hice, brutalmente; aún me temblaba la mano, y el corazón, cuando tapé el frasco de aceite solar.