agresión siempre va acompañada de daño y destrucción en el mundo interno y eventualmente en el mundo externo; por lo tanto, siempre implica pérdida, o sea, duelo. Y esto no está referido solamente a la víctima de la agresión, sino también a quien la ejerce. De aquí se desprende que no sólo la víctima hace duelo; también lo hace el victimario,