todo hombre tiene afectividad. Si no la desarrolla, si bloquea o reprime los afectos, se desencadena un estado de desasosiego que se origina en el afecto reprimido… Las represiones provocan estados de fuerte angustia que, a su vez, se traducen en estados de tensión o alarma permanentes. Se vive en constante conflicto… Entonces, estamos ante una persona que parece carecer de afectividad… En realidad, está reprimida… Si las represiones no son reorientadas, impiden la maduración de la personalidad.”