“Dios es un hijo de puta.Yadira recostó la mejilla sobre la almohada, mirando a la pared, escondiéndose de Osvaldo, que la contemplaba silenciosamente escandalizado. Nunca la había escuchado pronunciar palabras gruesas, y menos en contra del Altísimo. Ella, tan cercana a los asuntos de la Iglesia por su familia política, parecía haber llegado al límite de la paciencia y de su amor hacia Dios. Pero el pecado mortal en el que incurría ya no era importante. Ya no. La desesperación, la conciencia clara de que su destino era irremediable, desplazaba ya cualquier optimismo. Había cambiado el raciocinio por el resentimiento porque la ignoró cruelmente el Dios cerdo, al que había rogado por ayuda no sólo en esos meses dolorosos, sino siempre. ”
Fragmento de: Luciano Campos Garza. “El cielo de los pilotos Derribados”.