—...el reloj es la garantía de mi promesa —prosiguió, con una sonrisilla juguetona—. Ya sabes lo que significa el tiempo para mí, geisha. Nada comparado contigo, pero te lo entrego humildemente para intentar compensarte por lo feliz que me haces. Para que lo gestiones como quieras. Para que lo rompas y tú me digas cuándo es hora de reír y cuándo es hora de llorar. Para lo que se te ocurra. A mí, en realidad, ya no me hace falta. Solo hay dos momentos en el día: en el que estoy contigo y en el que no.