Nadie la había visto salir del banquete.
Ni la novia, que sólo tenía ojos para su flamante marido, Freddie.
Ni el padre de la novia, su tío Robert, que acababa de hacer un emocionante discurso sobre la santidad del matrimonio, a pesar de que mantenía una relación extraconyugal con su secretaria. Ni su tía Susan que, mientras hablaba su marido, estaba inmóvil como una estatua, mirando al suelo.