Una súbita oleada de deseo se apoderó de ella, y se descubrió pensando en acercarse a Gideon, en apoyarse en él y dejar que la abrazara. Deseaba besarlo y tocarlo.
—¿Esta noche no trabajas? —preguntó.
—Mi turno empieza a las once.
Felicia calculó de cabeza.
—Entonces un encuentro sexual resulta improbable.
Gideon, que estaba tragando, comenzó a toser. Felicia observó su tos por si podía ayudarlo, pero llegó a la conclusión de que se recuperaría con facilidad. Unos segundos después, él respiró hondo.
—No es cuestión de tiempo —contestó con voz rasposa.