La figura de Eduardo Frei Montalva no se ha quedado inmóvil en el tiempo y tampoco se limita al tremendo recuerdo de su obra, pues su pensamiento y acción entregan enseñanzas válidas ayer y hoy, todo lo cual permite decir que, siguiendo a Hanna Arendt, su pasado se puede ver con ojos de futuro. En tiempos en que la política se empequeñece, cuando los slogans fáciles reinan en las asambleas, junto a un fundamentalismo de quienes han descubierto una convicción que pretenden imponer al resto, Frei se levanta como un verdadero líder, un político a carta cabal, un hombre culto, serio, de vida austera, que supera los márgenes nacionalistas, para entregar una visión del mundo y sus transformaciones. En Frei encontramos una figura con estilo, identidad, perfil propio, propuesta programática, sentido de mundo, inspiración doctrinaria, capacidad política; hombre de estado, conductor político, alguien que, como lo titulara en uno de sus libros, integraba debidamente el pensamiento y la acción.