Una buena chica

Los patos y los gansos pasan volando. Todo el mundo me abandona.
Me pregunto si, en algún lugar, Mia estará mirando el cielo y verá lo mismo.

—¿Me está amenazando?

—No —miento—, le estoy informando sobre sus alternativas.

En sus dibujos, la realidad no tenía por qué existir.

lo sujeta detrás de la oreja, confiando en retenerlo, pero no sirve de nada. No a todas las cosas les gusta que las retengan.

me da las gracias. Ese tipo de expresiones –por favor, gracias, lo siento– son señales de paz y aún no estamos en ese punto.

su único modo de cambiar las cosas. Podía convertir gansos en cisnes o un día nublado en un día de sol. En sus dibujos, la realidad no tenía por qué existir.

Estuvimos aquí, pienso, pero son otros los que se marchan.

Y de pronto yo formaba parte de algo, ya no estaba sola, como había estado toda mi vida

Me daría palmaditas en la espalda a mí mismo si me llegara el brazo. Pero no me llega. Así que dejo que me las dé el sargento.

Qué le pedirías tú a Papá Noel? —pregunto.
—Nada —dice sin pensárselo—. Tengo todo lo que quiero.