Al estilo de Yo, Claudio es el propio emperador el que narra su historia, en este caso tratado en sus últimos cien días de vida, basándose en la anécdota histórica que trasmite Suetonio que narra cómo, tras conocer Augusto su muerte a través de un presagio, vivió de forma distinta sus 100 días de vida y escribió un papiro cada noche relatando como había pasado el día y siendo lo más feliz que le fuera posible. El libro obviamente en este sentido no es acorde a la anécdota. Más bien trata sus últimos días como momentos para el recuerdo y el sufrimiento de su vida pasada basándose en hechos paralelos a la historia típicos de novelas en las que los personajes ya parecen prototípicos como sería el caso de Livia.