Alianzas

Por eso cuando se echa hacia delante y me besa, sus labios no saben a lo inesperado. Sí, me sorprendo, pero es diferente a como podría habérmelo tomado en cualquier otro momento. Su caricia contra mi boca es tan suave, tan natural, tan inevitable, que todo lo que ha pasado desde que nos conocimos parece haber estado apuntando hacia este instante. Dejo que mis párpados cedan y se cierren para perderme en ella por completo, suspirando antes de aspirar su aliento. Ojalá supiese la forma de retenerlo y convertirlo en parte de mí.

Cuando Seaben vuelve la vista hacia los guardias, veo cómo besa la cinta que le regalé.

Siento sus dedos cogiendo mi mano.

—Ya estoy con mi familia.

Pronto me doy cuenta de que Seaben no me mira, sino que atiende a sus pies. El hecho consigue arrancarme una risa de la que no se percata, concentrado como está.

—Seaben.

Él alza apenas la mirada.

—¿Sí? —murmura, echando otro vistazo a sus pies.

—Mírame a mí.

El muchacho carraspea, siendo consciente de que he encontrado uno de sus puntos débiles, y alza la barbilla para observarme, casi con desafío.

—Ya lo hago.

No puedo evitar volver a reír. Él sonríe apenas y, aceptando el reto, ya no aparta la vista de mí

—Quiero que tengas un buen recuerdo de esta noche. Si quieres bailar, bailaremos.

Una vez más, Seaben me salva del abismo que abren sus palabras. Siento su mano sobre la mía y nuestros dedos entrelazándose en un acto tan natural como respirar. Lo miro, sorprendida, y él alza un poco el brazo para mostrar nuestra unión. Intento convencerme de que mi corazón no se acelera.

—Yo creo que, en este momento, donde encaja es aquí.

Sí, tiene razón, pero no es en este país. No es en Lothaire, ni en esta ciudad, ni siquiera en esta fiesta. Encajo a su lado, aunque el pensamiento me hace estremecer. No debería ser así. Siento ganas de gritar y de nuevo siento la tentación de pedirle que venga conmigo, por injusto que sea eso.

Pero en vez de hablar y volver a hacerlo todo más complicado con mis palabras solo me acerco a él, en silencio, y presiono mis labios contra su mejilla en agradecimiento por sus palabras. Escucho a Seaben tomar aire y cuando lo miro tiene una pequeña sonrisa en la boca. Sé que es sincera porque sus ojos destellan cuando la esboza, aunque no sé si es del todo alegre.

—En la plaza hay música y bailes. ¿Quieres verlo?

Intento sonreír, aunque ni siquiera sé si lo consigo.

—Eso me gustaría, sí.

¿Poder sobre mí? Sí, lo tiene. Más que ninguna otra persona. Lo tiene cuando sonríe y cuando me mira feliz, porque me incita a hacer locuras. Lo tiene cuando es tímida y frágil, porque hace que quiera protegerla. Incluso cuando me grita y se enfada. Si no tuviera poder sobre mí, no la habría besado. No la estaría abrazando ahora.

Esos momentos de pánico, sin embargo, pasan rápido: cuando abro los ojos y veo a mi esposa en la cama, sus dedos entrelazados con los míos, guardando mis sueños, me siento afortunado. Soy consciente de que no debería ser así, de que me emociono como un iluso, pero no puedo evitarlo. Sus manos apartan lejos las sombras y despertar junto a ella se ha convertido en un ritual que no quiero que desaparezca.

Esta misma mañana la he encontrado a mi lado entre las mantas y ha sido suficiente para traerme paz.

Hemos empezado una batalla para proteger al otro. Y ninguno va a parar hasta conseguirlo.

no puedes complacer a todo el mundo