resistir. Habías aprendido en la infinita espera a irte haciendo hueco, vacío, grieta sin cesar agrandada en la que el otro, al final, se precipita con todo el grande estruendo de sus armas y siente primero el deslumbramiento de tanta sombra por ti acumulada y trata a ciegas de parar el golpe que ha de destruirlo y agita como aspas sus espadas larguísimas, plegado en dos su cuerpo