las mujeres tienen la mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de dejarse embargar por una terrible melancolía, ahogarse en ella y bracear para mantenerse a flote: ese es su verdadero problema. Las mujeres se avergüenzan a menudo de ello, y fingen que no tienen problemas, que son enérgicas y libres, y caminan con paso firme por las calles con grandes sombreros y bonitos vestidos y los labios pintados y un aire resuelto y altivo, pero nunca me he encontrado con una mujer en quien no haya descubierto al poco rato algo doloroso y lamentable que no he visto en los hombres, un peligro continuo de caer en un gran pozo oscuro, algo que proviene del temperamento femenino y tal vez de una secular tradición de sometimiento y esclavitud, que no será nada fácil vencer; he descubierto precisamente en las mujeres más enérgicas y altivas algo que me inducía a compadecerlas y que entendía