Como no había estado mucho rato en el agua, apenas estaba alterado, y aunque el vientre se le hubiera hinchado un poco, se le seguían marcando las costillas, como antaño al Otto vivo; sólo que ahora no se movían. Otto se había convertido en un objeto, inmóvil; así era: no respiraba. Todavía sin colocar en la posición oficial de los cadáveres, la cabeza estaba algo ladeada, y sus ojos entreabiertos, en blanco, parecían mirar en diagonal hacia arriba. La mirada ciega de la muerte que todos ellos tenían ya en vida. Otto, en ésta, había dejado de ser.