Hoy nos toca, sin embargo, coger a la inspiración por el cogote y ponerla a girar en la pista, restringir su vuelo, su calvo y detenido resuello dejar pasar, y vivir alegres con el aire en la espalda, el aire acariciándonos las nalgas, en una ciudad sin calentadores, sin olivos verdes, con gas y rubio trago corriendo presuroso hacia la noche, el olvido que es la tarja, la calle curva, el almacén y sus decorados sin amor, en los mismos laberintos donde el día recibe a los carteros, los vendedores de fruta, los notarios, los dueños de la muerte en sus brazos de alegre tío que no conoce de nada a los muchachos, pero los llena de buñuelos y arroz con leche, y los hace sentir únicos, vocingleros enanos de un tiempo