Nadie espera nada del cínico sargento Abel Claramunt, desterrado al callejón sin salida de los casos sin resolver.
Sabe que tiene los días contados como policía cuando Elena Izbasa es encontrada muerta en el cementerio de Lleida, con un impacto de bala de un arma antigua. Días después, su amante, un pintor de talento maldito, aparece colgado en su estudio.
Dos muertos y un sospechoso demasiado evidente, el marido de Elena, el anticuario Justo Aragay, un prohombre de la ciudad, que utiliza sus contactos en las más altas instancias para que Claramunt, al que había conocido en una partida de póquer, quede al cargo de la investigación.
Aragay no es el único que guarda un as en la manga, también juega al despiste la hija de ambos, Laura, que puede perderlo todo si no tiene una buena mano.
Al sargento Claramunt se le acaba el tiempo. No quiere despedirse sin dejar resueltos los misterios que sus últimos días le proponen. Pero debe darse prisa. Mucha prisa.