En este libro se profundiza en las emociones desde una perspectiva bioética. La dimensión subjetiva del ser humano a partir del siglo XX volvió a vincularse tanto a la filosofía como a la psicología, aunque sin beneficiarse de una fundamentación teórica donde estuvieran presentes la teoría, la epistemología y la práctica.
Algunos autores se han acercado a la afectividad humana definiéndola como un “laberinto”, donde es muy difícil orientarse y con facilidad extraviarse; allí priman la confusión, el enredo, el desconcierto y la complicación como pautas habituales. Otros sencillamente evitan el tema por adjetivarlo como “espinoso”, ya que sus aristas llevan a que su asimilación sea complicada. Sin embargo, tal vez priman los abordajes superficiales o frívolos, donde la trivialidad y la futilidad ahogan la legítima y necesaria comprensión que de esta dimensión debería tener cualquier ser humano, con una mínima y básica vocación de relacionabilidad.
Una aproximación bioética, desde una perspectiva antropológica adecuada, aquella que sigue a una filosofía realista, lleva a distinguir distintos niveles en la dimensión afectiva: desde los sentimientos hasta las pasiones, pasando por las emociones o pasiones sensibles. Es decir, hay una presencia de esa dimensión desde el acto de ser personal (intimidad del ser humano), pasando por sus facultades superiores (inteligencia, voluntad y corazón), hasta las manifestaciones sensibles, que comprometen tanto el cuerpo como la psiquis de la persona humana.
La vida afectiva en el ser humano es una parte importante de la persona que puede considerarse como intermedia entre la dimensión sensible e intelectual y la intimidad personal; allí concurren y se mezclan elementos sensitivos y cognitivos, pero se trata de una dimensión distinta tanto de la sensibilidad como de la razón, de los actos humanos y de los hábitos cognoscitivos.