En conclusión: vivimos abrumados por reformulaciones democráticas de lo que en su momento fue la herramienta fundamental de la dictadura –decretar la excepción política–, pero como actualmente nuestra condición de sumisión es en cierta medida voluntaria, vivimos atrapados en la excepcionalidad. Es decir, en una excepción sostenida en el tiempo que llamamos normalidad. Esta condición nos hiere y nos debilita, además de precarizarnos, pero vivirla todos de forma común nos apela a unirnos y rearmarnos colectivamente. Tan solo hace falta que despertemos, uno a uno, tomando conciencia de que esta condición nos atraviesa a todas y todos.