El estrés y la ansiedad están relacionados, pero no son sinónimos. Ambos son respuestas adaptativas normales a los retos de la vida —el trabajo, las relaciones o la mortalidad, por mencionar solo algunos— y comparten muchos síntomas, como la preocupación, los dolores de estómago, el nerviosismo, la tensión muscular, los pensamientos acelerados, las jaquecas, las noches de insomnio o todas las anteriores.1