¿Por qué sor Juana planteaba ciertas historias de amor como un problema de finanzas? ¿Qué clase de mundo se refleja en una obra poética que se anuncia en su poema introductorio como una tienda de géneros? ¿Cómo le hicieron los historiadores jesuitas del siglo XVIII para convencernos de que este rimero de selvas, arideces y sierras que llamamos América Latina encarna una forma excepcional de la riqueza? La pregunta se desdobla porque ellos fueron los primeros que vinieron a Hispanoamérica como una entidad distinta al imperio, compuesta por distintas patrias. Y tiene saldos morales: de este lado del Atlántico y el río Bravo, vivimos siempre transidos por la culpa de no haber sabido aprovechar una riqueza monumental de la que, al final, tenemos testimonios más bien sólo literarios.