Jean Vigo decidiera calificar a su primer film, À propos de Nice (1929), de «point de vue documenté», es decir, de punto de vista documentado, en lugar de punto de vista documental como se ha traducido a veces. Hay en el hecho de querer documentar un punto de vista una radicalidad que, en principio, está ausente de la realización de un documental simplemente subjetivo o de la decisión de adoptar un punto de vista que es documental, es decir, que responde al deseo de hacer simplemente una película documental. Es obvio que Jean Vigo no pretendía hacer solo un documental, o sea que no quería acomodarse a la vaga objetividad que este tipo de cine empezaba a proponer en ese período, ni tampoco quería resguardarse únicamente en los ambiguos recodos de lo subjetivo. Sus rasgos biográficos nos permiten adivinar que su deseo era mucho más profundo que lo que sugieren estas dos posibilidades estilísticas, ya que estaba movido por impulsos muy íntimos y difíciles de contener, pero, al mismo tiempo, esta urgencia personal no le impedía aferrarse a un determinado tipo de objetividad, aunque le obligaba sin embargo a seguir siendo subjetivo. Es por ello, por el juego de estos impulsos contradictorios, por lo que quería proponer un punto de vista personal y que pretendía que a la vez este estuviera documentado. Documentado quería decir, en este caso, que su punto de vista debía ser un documento en sí mismo, debía quedar como constancia de algo, y que esta constancia debía impregnar la propia realidad.