abogados de la escuela, ella me explicó, durante las negociaciones previas a esta visita guiada, que la parte del campus donde habían sucedido los asesinatos no solamente tenía el acceso prohibido para mí, sino para el cuerpo estudiantil también. La zona había sido aislada por un alto paredón de ladrillos. Lo veo en la distancia mientras la doctora Hanover me hace un recorrido por el campus. Para mentes curiosas como la mía, la pared de ladrillos no funciona como advertencia de que no me acerque, sino todo lo contrario. Me pide que descubra lo que hay del otro lado. Me grita que está ocultando algo siniestro. Tras esa pared está el bosque y en ese bosque hay un sendero olvidado que lleva a la tristemente célebre casa donde solían alojarse los profesores