—Ya veo. —Suspira y se muerde el labio inferior—. Hannah, si eso cambia, si alguna vez te sientes capaz de creer que puedas importarle a alguien hasta ese punto y si quisieras… cenar con ese alguien... —Suelta una risa seca—. En fin. Tenme en cuenta. Ya sabes dónde encontrarme.
—Ah. Eh, verás… —Siento que el calor me sube por la cara. ¿Me estoy sonrojando? Ni siquiera sabía que mi cuerpo era capaz de hacerlo—. En realidad, no te estaba pidiendo que subieras solo para… A ver, tal vez eso también, pero antes… —Cierro los ojos—. Me he expresado mal. Te estaba invitando a subir porque me encantaría cenar. Contigo.
Cuando me atrevo a abrir los ojos, Ian me mira atónito.
—¿Es…? —Creo que se le ha olvidado cómo respirar. Se aclara la garganta, tose una vez, traga y vuelve a toser—. ¿Lo dices en serio?
—Sí. O sea —me apresuro a añadir—, sigo pensando que no te va a gustar. No soy esa clase de persona.
—¿Qué clase?
—De esas personas con las que a la gente le gusta estar para cualquier cosa que no implique sexo. O cosas relacionadas con el sexo. O que vayan a terminar en sexo.
—Hannah. —Me mira con escepticismo—. Tienes dos amigas que lo han dejado todo para estar contigo. Y asumo que no ha habido sexo de por medio.
—No lo ha habido. Y yo lo dejaría todo por ellas, pero es diferente. Son mi gente, y… —Joder, estoy a punto de llorar. ¿Qué cojones? ¿Estás a punto de morir una vez y de repente tu estabilidad mental se va a la mierda?—. Muchas personas no pensarían lo mismo. Como mi familia. Y a ti probablemente acabe no gustándote.
Sonríe.
—Improbable, puesto que ya me gustas.