Un hombre se levanta de madrugada envuelto en sudor y preocupaciones. A partir de esta experiencia tan corriente -la de una conciencia desvelada por el temor a su propia caducidad-, Thom Gunn se lanza a describir la bohemia, las drogas y el ambiente gay de San Francisco. Una historia de revelación y entusiasmo: el poeta que huye de la reestrictiva Inglaterra para instalarse en la poderosa corriente vital que estaba atravesando Estados Unidos, explorando nuevas maneras de organizar la vida. Celebrado desde su primer libro como un poeta a la altura de Philip Larkin, Sylvia Plath o Ted Hughes, Gunn encontró en El hombre con sudores nocturnos su gran tema: la irrupción del sida, una enfermedad que retrata como si fuera una insidiosa peste, parecida a las que describieron Albert Camus o Thomas Mann, que avanza sigilosa para vaciar nuestra vida de amigos, amantes y conocidos. Gunn puso su voz, que según Colm Tóibín suena en este libro «formal y relajada, impersonal, repleta de sentimientos detallados, y elocuente sin necesidad de recurrir al exhibicionismo», al servicio de poemas estremecedores sobre la fragilidad del cuerpo y la muerte, pero también de su reverso: los cuidados, las múltiples variaciones del amor y la lealtad.