Para refundar la transmisión hay que romper con esas falsas legitimaciones de la cultura en las que nos hemos encerrado. No, la cultura no es un «equipaje» incómodo, incluso pudiendo ser estratégicamente oportuno; no es ni siquiera una restricción, incluso pudiendo ser socialmente útil, que frene nuestro juicio. Al transmitir una herencia cultural a sus hijos, los padres no restringen su autonomía; al contrario: les ofrecen la condición esencial para que nazca y crezca su libertad