No tenía más años que Tom y era espantosa. Una cicatriz terrible le recorría la cara desde la frente hasta la mandíbula, haciéndola parecerse a un retrato que hubiera sido rajado furiosamente. Su boca estaba torcida hacia un lado, mostrando una especie de sonrisa despectiva permanente, su nariz era un muñón aplastado y su único ojo lo miraba fijamente desde aquella ruina, tan gris y frío como el mar en invierno.