Carta a su padre

Mi consentimiento no evitó tus reproches, ya que demuestra que, de cualquier manera, yo soy el culpable de que no te hayas casado.

resulta entre líneas que en verdad he sido yo el agresor, mientras que todo cuanto tú hiciste no fue más que en defensa propia.

y ante la menor insignificancia tú me persuadías con tu ejemplo y con tu educación, tal como intenté describirlo, de que yo no era más que un inepto

¿me atrevería a casarme, viendo que aun tú mismo debías librar tan dura batalla en el matrimonio y hasta fracasabas ante los hijos?

la mano no tengo nada, todo está volando y, no obstante (tan decisivas son las condiciones de la lucha y la miseria de la vida), yo debo elegir la nada.

Residían en tu actitud hacia los hijos, de la cual trata por entero esta carta.

Mucho más importante es, sin embargo, el temor de mí mismo.

mis tentativas de autonomía y de evasión, que no me llevarán muy lejos, según lo he comprobado en múltiples ocasiones.

me parece entonces que para mi vida sólo pueden tomarse en consideración aquellos lugares que tú no cubres o que no están a tu alcance.

que me derriban definitivamente son otras causas: la presión general del miedo, la debilidad, el menosprecio de mí mismo.