Aquellos hermosos años del polvo, en los que todo parecía posible. Pero el paso lateral nos exilió y la gente se pasa en camiones sin tan siquiera olerse que aquí también vivimos hombres y mujeres escupidos por la tierra. Somos un pueblo viejo y desaparecido. Tienen que darse cuenta. Nada en Cocuán es lo que parece. Estamos hechos de polvo y mal, como las pesadillas. Nuestro cementerio es un pantano sembrado de cruces podridas que van desapareciendo cada vez que sube el río. Ni siquiera nuestros muertos quieren quedarse con nosotros.