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James Davies

Sedados

En Gran Bretaña, casi una cuarta parte de la población adulta toma un medicamento psiquiátrico al año, lo que supone un aumento de más del 500% desde 1980 y las cifras siguen creciendo. Sin embargo, a pesar de esta epidemia de prescripción, los niveles de enfermedades mentales de todo tipo han aumentado en número y gravedad.

El Dr. James Davies sostiene, a partir de una gran cantidad de estudios, entrevistas con expertos y análisis detallados, que esto se debe a que hemos caracterizado el problema de forma fundamentalmente errónea. Muchas de las personas a las que se les diagnostica y prescribe medicación psiquiátrica no padecen problemas biológicamente identificables. En cambio, experimentan las comprensibles y, por supuesto, dolorosas consecuencias humanas de las dificultades vitales: rupturas familiares, problemas en el trabajo, infelicidad en las relaciones, baja autoestima. Hemos adoptado un modelo médico que sitúa el problema únicamente en la persona que lo sufre y en su cerebro.

Para estas personas se ha producido un desequilibrio en la disposición de ayuda en el que te ofrecen una infinidad de intervenciones farmacéuticas y médicas frente a las terapias basadas en la conversación y la prestación psicológica social, que pueden facilitar mejor el cambio significativo y la recuperación.

Según el Dr. Davies, «al sedar a las personas sobre las causas y soluciones de su angustia socialmente arraigada -tanto literal como ideológicamente-, nuestro sector de la salud mental ha acallado el impulso de la reforma social, lo que ha distraído a las personas de los verdaderos orígenes de su desesperación, y ha favorecido resultados principalmente económicos, al tiempo que ha presidido los peores resultados de nuestro sistema sanitario».
419 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2022
Publication year
2022
Translator
Mireia Bofill
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Quotes

  • Hernán Connellhas quoted3 years ago
    Me propongo demostrar cómo esta visión mercantilizada de la salud mental ha despojado a nuestro sufrimiento de su significado y sentido más profundos. Como resultado, nuestro malestar ya no se percibe como una llamada de atención vital a favor de un cambio ni como nada que se pueda considerar potencialmente transformador o instructivo. Al contrario, en el curso de los últimos decenios, más bien se ha convertido en una ocasión más para la compraventa. Industrias enteras han prosperado apoyándose en esta lógica y ofreciendo explicaciones y soluciones interesadas para muchas de las dificultades de la vida. La industria cosmética atribuye nuestro sufrimiento al envejecimiento; la industria dietética, a nuestras imperfecciones corporales; la industria de la moda, a que no estamos al día; y la industria farmacéutica, a supuestas deficiencias en nuestra química cerebral. Cada uno de estos sectores ofrece su propio y rentable elixir para el éxito emocional, pero todos comparten y promueven la misma filosofía consumista con respecto al sufrimiento, a saber: que lo malsano no es la forma en que nos enseñan a interpretar y abordar nuestras dificultades (el envejecimiento, los traumas, la tristeza, la angustia o el duelo), sino el hecho mismo de sufrir; algo que un consumo bien orientado puede resolver. El sufrimiento es el nuevo mal y no consumir los «remedios» adecuados, la nueva injusticia
  • Hernán Connellhas quoted3 years ago
    las etiquetas tienen potentes efectos culturales que modelan la percepción pública de quienes han recibido un diagnóstico aunque dichas impresiones negativas no guarden relación alguna con esa persona
  • Hernán Connellhas quoted3 years ago
    desde la década de 1980, ha venido ampliando de manera injustificable la definición de enfermedad mental para abarcar cada vez más ámbitos de la experiencia humana. Lo ha conseguido multiplicando rápidamente el número de trastornos mentales que se considera que existen (de los ciento seis reconocidos a principios de los años setenta hasta unos trescientos setenta en la actualidad) y rebajando progresivamente el listón de la definición de lo que se considera un trastorno psiquiátrico (facilitando de este modo que cualquiera de nosotros pueda ser calificado como «enfermo o enferma mental»

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