Jane Smiley

Un amor cualquiera

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  • Margaritahas quoted4 years ago
    Ahora que casi no recuerdo su rostro, ni cómo era su cama, estoy segura de que en realidad no lo quería a él, lo que yo quería era ser é
  • Margaritahas quoted4 years ago
    Yo admiraba esa férrea disciplina que le permitía centrarse en escribir una novela sobre Alaska por la mañana y un libro sobre la Casa Blanca por la tarde, así que, en cierto modo, también admiré el hecho de que mantuviese su palabra y no volviese a hablarme nunca más.
  • Araiz Arriolahas quotedlast year
    atendiesen con tanto fervor, que absorbiesen hasta el comentario más trivial y lo transformasen en una teoría, que te conviertan en algo infaliblemente revelador, en ti misma y en un modelo ampliado de ti misma, en la Mujer Visible
  • Araiz Arriolahas quotedlast year
    Me gustaría decirle a Joe lo peculiar y asfixiante que llegaba a ser esa sensación, que te
  • Araiz Arriolahas quotedlast year
    ra su forma de encandilarlos. A mí me había encandilado de la misma manera. La verdad es que era difícil apartar la mirada de su rostro, tanto si eras su hijo como su esposa.
  • Araiz Arriolahas quotedlast year
    Teníamos veintisiete años y estábamos obnubilados por la inmensidad del mundo que habíamos creado
  • Araiz Arriolahas quotedlast year
    con esa vidilla que te da tener a alguien agradable en casa todos los días
  • Dianela Villicaña Denahas quotedlast year
    Pues yo creo que no va a aprender nada de nada –dice Joe, su voz se tensa–. Menos que nada, porque va a aprender cosas erróneas creyendo que son correctas
  • Dianela Villicaña Denahas quotedlast year
    En los últimos ocho años se ha ido atrincherando cada vez más en su negativa a convertirse en alguien de provecho. Me pregunto por qué me afecta. Quizá sea una especie de orgullo residual, como el que sentía por Michael y Joe: el orgullo de haber creado un milagro. Me gustaría poder exhibir mi obra, un poquito aunque sea
  • Dianela Villicaña Denahas quotedlast year
    Se casó con Jerry, que, por aquel entonces, tenía treinta y siete años, y tuvo a Diane enseguida, y luego a Tracy. Sus excusas la avalaban, eran casi motivos: Jerry tenía ya una edad, no podía esperar mucho a tener hijos; ella aún no se había decidido por ninguna carrera; con la librería y tal no les quedaba dinero para la universidad. «Me da pereza», sentenció finalmente, y ésa ha sido su postura durante años. Según Jerry, «es un crimen»
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