Prefiero estar solo, que nadie me estorbe. Porque vuelven siempre a lo mismo: la cosa va bien, o va mal; uno opina esto, el otro aquello; siempre encauzan la conversación hacia lo que les interesa más personalmente. En otro tiempo probablemente yo vivía de ese modo, pero hoy ya no tengo nada que ver con ellos.
Me cuentan demasiadas cosas. Tienen preocupaciones, planes, deseos que no puedo concebir como ellos. A veces me siento con uno de ellos en la terraza de un café e intento hacerle comprender que eso es lo esencial: estar sentados allí tranquilamente. Ellos, claro está, lo comprenden, lo admiten, están de acuerdo conmigo, pero sólo con palabras, sólo con palabras, ésa es la diferencia. Lo sienten, pero sólo a medias; su otro yo está ocupado en otras cosas, en cierto modo están divididos; ninguno de ellos lo siente con todo su ser; ni yo mismo sé bien lo que quiero decir.