Luego, aún más bajito, añadió—: Ayúdame a dejar de pensar.
—¿A dejar de pensar? —Jack la observó con los ojos entornados y la mano apoyada todavía en su pecho.
—¿Qué? —inquirió ella con una sonrisa involuntaria. No pudo descifrar su expresión, pero sí advirtió cómo inclinaba el cuerpo hacia ella.
—¿De verdad quieres que…?
—Más que nada —respondió Hazel en voz baja pero firme.