La alabanza y la adoración producen el aliento de Dios en medio nuestro, y el aliento de Dios es vida.
Tenemos que crear una atmósfera celestial para que los milagros, las sanidades y los prodigios ocurran, donde usted pueda ver lo que habla. A veces la gente está centrada en lugares donde su fe no puede trabajar. Si le sucede eso tiene que cambiar su atmósfera o ambiente.