La exigencia de argumentación o fundamentación, como parte de la arquitectura del pensar contemporáneo, conlleva la tarea de afrontar en escenarios específicos la acción de la razón práctica, que pese al contexto posmoderno de racionalidad sosegada o de racionalidad precaria, enfrenta consideraciones y apuestas por racionalidades que se aproximen al sentido o a los sentidos que emergen de las construcciones simbólicas y complejas en el derecho, como adjudicación; la filosofía, como historicidad y, la educación, como formación de la prudencia.