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Mariko Koike

Momoko y la gata

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  • Ana Saenzhas quoted10 months ago
    En las obras de misterio prima ante todo el desenlace. No hay nada peor que un final tibio y ambiguo que repela al lector. Sin un aterrizaje convincente, la novela pierde su sentido.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    En el suspense psicológico, una se centra más en el enredo y el choque de psiques que en que la historia en sí resulte entretenida. La trama surge una vez que la personalidad de los protagonistas está perfectamente definida. Es imprescindible escarbar en lo profundo del alma, yendo siempre hacia dentro en vez de expandir hacia fuera. En ese sentido, ahora me doy cuenta de que quizá deba referirme a lo que escribía como novelas psicológicas más que novelas de misterio
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    Cuando me lo contó, asentí callada. En parte, lo que decía era cierto: Chinatsu fue a hacer un muñeco de nieve y se cayó en el pozo. No había nadie con ella. Solo un diablillo… la encarnación de Lala tras haber resucitado en su ataúd.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    A medida que se distanciaba, el diablillo fue transformándose en un puntito negro. La bufanda blanca se agitaba con el viento como si fuera el largo rabo de Lala. Momoko se movía con rapidez. Igual que Lala.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    Vivía por mi cuenta y enviaba dinero a mi madre. Quería llegar a ser pintora y me esforzaba a mi manera por lograrlo. Sin embargo, lloraba a lágrima viva mientras paseaba con una niña de tan solo nueve años bajo aquel cielo excepcionalmente soleado. Y no sucedió una sola vez. Se repitió en varias ocasiones.

    La aparición de Chinatsu había provocado que mi mente inmadura alcanzase un grado total de desconcierto. Había perdido el punto de contacto conmigo misma. Era una niña de nueve años, como Momoko; o no: aún menor.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    Lala suponía para mí un ser con el que había compartido un cariño indecible. Cada vez que me acordaba de la noche en la que hundí mi cara en su vientre blanco y mullido y ella me mimó como a una cría, de la ternura con que miraba y que seguramente no había profesado a nadie más que a Momoko y a mí, me parecía imposible que Lala hubiese muerto y no podía reprimir las lágrimas.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    Oí el grito de Momoko. Un grito tan bronco, débil y desconsolado que no parecía el de una niña de nueve años.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    . A fuerza de repetir entre sollozos: «Lala… Lala…», su nombre se transformó en la palabra «mamá». De pronto, me vi corriendo como una loca por el medio de la carretera gritando: «¡Mamá!».
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    No es que la niña fuera de constitución débil, sino que tendía a somatizar el estrés psicológico, y cuando la obligaban a hacer algo que no le gustaba o incomodaba, siempre acababa con dolores de barriga y vómitos.
  • Paula Guillénhas quoted3 years ago
    Cuando una persona no soporta un animal en particular, sea un gato o sea otro, convivir con él tiene que ser un martirio inimaginable. La criatura que más odias en el mundo está delante de ti al levantarte por la mañana. Como no entiendes su lenguaje, temes su mirada, su porte, lo temes todo de él.
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