Genética de los monos

Una madre es un puente y la vida tiene todas las intenciones de cruzarlo, y sabe cómo. La vida no para, corre por donde puede, necia, empecinada en llegar a ningún lado o a todos los rincones. Como el agua, que se adapta a todas las formas con tal de seguir abarcando espacio, derramándose.

Yo no había sido mamá antes, sino una adicta a los otros. Sacrificaba mi propia libertad, como una mártir.

Cuando amamos, cuidamos, ayudamos.

–Cuidas porque amas, María, no tiene que ver con ser mamá, sino con amar.

–Majito, tú eres como la mamá del grupo. Siempre nos cuidas.

Pero había algo roto en él y, a diferencia del Astronauta, no tenía reparos en mostrarlo. El dolor del Arquitecto estaba a una capa de distancia del exterior.

muerte van aflorando distintas heridas que descubrimos conforme pasa el tiempo.

La muerte duele por la ausencia del otro y también por el fin de la producción de nuevos recuerdos con el ausente, como si el último momento que se vivió con esa persona fuera una especie de última jugada, la partida final, sin previo aviso. Parece obvio lo segundo si no está el otro, pero son dos dolores distintos, porque con la

Soy un mono y necesito del contacto físico para calmarme, para ser feliz o para ser desgraciada.

Estamos condenados al presente. Confinados en un instante que queremos asir todo el tiempo, por eso nombramos las horas, los minutos y los segundos. Podemos repetir tal minuto, tal hora, tal día, de tal mes, de tal año, pero solo son etiquetas. El tiempo no tiene nombre. Es como el agua del río que solo Funes podría nombrar en su totalidad. Y entonces no habría historia, ni sombras, ni silencios: nada.