Al terminar el libro, el lector puede encontrarse en una posición incómoda, preguntarse qué hacer en una situación como la que nos encontramos. Es difícil prescindir del teléfono móvil, del uso de ordenadores y de las redes informáticas. Practicar una austeridad radical parece fuera del alcance de cualquiera de nosotros: sorprendentemente a Zuckenberg le es más fácil no tener perfil en Facebook y proteger su intimidad comprando todas las casas que rodean a la suya. Hay que ser un gurú importante de la industria digital para no tener correo electrónico y no estar esclavizado a la conexión continua. Estar conectado, por tanto, se ha convertido en una obligación contemporánea, no en un liberación. Por otro lado, es casi imposible ser consciente de las consecuencias que el uso de las tecnologías tienen en nuestra propia vida, en la de los demás y en la naturaleza. Las recetas simplonas no tienen demasiado sentido, tal como se ha dicho antes