A tres meses de cumplir los dieciocho, Eugene Biggs abandona los estudios y la pequeña granja familiar, porque eso es lo que se espera de él. Es lo que la gente del sur de Georgia viene haciendo desde antes de la Gran Depresión: subirse a un autobús de la Greyhound y poner rumbo a Jacksonville, Florida, para ganarse los garbanzos. Al llegar, alquila un cuartucho y empieza a encadenar empleos de chichinabo. Vegeta por una panadería, una fábrica de celulosa, una empresa de reparación de techos, una constructora y un astillero. En este último conoce a Budd Jenkins, quien, adivinando su potencial pugilístico, decide subirlo a un ring y convertirse en su mánager. Así comienza el sueño. Gana trece combates consecutivos y le surge la oportunidad de abrir la ronda preliminar en el Madison Square Garden. Todo parece ir sobre ruedas, pero la realidad no tardará en demostrarle lo contrario. Tras una tercera derrota por KO, Budd, defraudado, lo abandona a su suerte en Nueva Orleans. Ese mismo día, Eugene se descubre poseedor de una habilidad portentosa de la que no dudará en servirse para vender su alma al sórdido inframundo de la ciudad.