mismo, que durante más de quince años estuve enredado en los lazos tan ladinamente anudados por Satanás, era incapaz entonces de vislumbrar las tinieblas, sencillamente porque vivía inmerso en ellas.
Ahora, sin embargo, gracias a la infinita Misericordia del Señor y a un acto volitivo personal, sin el cual tampoco sería posible perseverar, lucho por estar siempre a su lado. Y si caigo, que lo hago demasiadas veces, me levanto y vuelta a empezar. La constancia es la madre del cordero.