Levantó la otra mano para rozar la mejilla de Laurent, deslizó los dedos en
su cabello, que cambiaba a dorado bajo sus maravillados dedos. Luego tomó la
cabeza suavemente entre sus manos y entregó el beso que había deseado
entregarle, largo, lento y profundo. La boca de Laurent se abrió bajo la suya. No
podía detener la lenta oleada de calor que se extendía, que sintió ante el tacto de
la lengua de Laurent, y la sensación de su propia boca, deslizándose en la de
Laurent.
Se estaban besando. Lo sentía en su cuerpo, como un temblor que no podía
calmar.