La novela negra es esencialmente un ejercicio intelectual; un juego entre dos contenedores que se desconocen entre sí: el autor y el lector. El verdadero protagonista es el lector; su goce consiste en vencer la astucia del autor o un ser vencido por éste. Es mayor en la medida en que la trama se le dificulte. Si es vencido, el lector goza más y busca más. El verdadero jugador es el que disfruta de la derrota, pues en tanto sea derrotado tendrá una causa para luchar, un obstáculo qué vencer.
(…) Joaquín Tornado es un muchacho de esos que nacieron y crecieron en un barrio popular de Medellín, en medio de los maleantes y de la aguda astucia de las malas artes; un muchacho de esos que vive y sufre, pero que, gracias a sus contactos en las cloacas, a su olfato criminal y al grupo pintoresco de investigadores que lo acompaña, sale adelante en la resolución de sus casos, dejándonos de paso una saga de motivos: la venganza, la prostitución, las mafias, la estafa…, que se constituyen en crítica y revelación de la condición humana.
Esperamos que ambos, autor y personaje, hayan llegado para quedarse. Todo en este libro parece indicarlo.