Asumir lo efímero de la existencia

Hay un misterio teológico que siempre me ha fascinado. Me refiero al concepto de mysterium iniquitatis, esto es, al misterio del mal, de la culpa. No podemos explicar ningún comportamiento delictivo llegando hasta las últimas ramificaciones de las redes causales. Eso significaría despojar a la persona en cuestión del último resto de dignidad humana.

Qué formidable y potente llamamiento supone esto, exhortar a que nos esmeremos por sacar de la situación que sea el mejor sentido posible, a que intentemos hacer realidad la posibilidad de sentido de cada situación desde el espíritu de la responsabilidad? Y eso quiere decir, entre otras cosas, dar un volantazo –incluso en el último momento– en vista del peligro de hacer algo tan mal que un día podríamos lamentar... pero no enmendar nunca.

Vive como si vivieras por segunda vez y como si la primera vez lo hubieras hecho tan mal como estás a punto de hacerlo ahora».

Únicamente ante la muerte, solamente bajo la presión de la finitud, de la finitud temporal de la existencia humana, puede tener sentido actuar. Y no solo actuar, sino también vivir.

La muerte es solo un punto final del adiós constante, de ese proceso continuo que, de algún modo, consiste en ir muriéndose.

un continuo decir adiós”, resulta urgente aprender a despedirse.

las personas que piensan así, que no reconocen ninguna dignidad como valor humano absoluto, incondicional, sino tan solo el valor de utilidad, el valor de utilidad para con una sociedad aquejada de idolatría, tales personas corren peligro no solo en su futuro –cuando se hagan viejas ellas mismas–, sino también en el presente, porque en rigor deberían abogar por la eutanasia

vivimos en una sociedad en la que no se busca el sentido de la vida, ni el valor de la vida, sino el valor de utilidad.

los logros no son nada sobre lo que uno pueda ponerse a descansar, sino algo sobre lo que uno debe edificar y seguir construyendo

a la vida no solo podemos arrancarle un sentido mediante la acción, sino también vivenciando algo y, como ya anunciaba antes, amando. Es decir, vivenciando algo o vivenciando a alguien. Y vivenciar a alguien en esa condición única e irrepetible significa amar a esa persona.